martes, 13 de enero de 2009

31/12 , Séptimo día

8:45 hs salía el micro, por lo que nos despertamos con tiempo para armar el bolso y tomar algo. Noté que en todos los pueblos de la quebrada, y Humahuaca no era la excepción, a la gente le gusta dormir. No encontrás nada abierto, ni siquiera para desayunar antes de las 9 hs. La única manera de llegar a Iruya es desde Humahuaca, es decir, tomando la RN9 y luego un desvío de ripio casi imposible de transitar en bicicleta. El camino cruza pequeños arroyos, y hasta en un momento, circula a lo largo del arroyo. En el trayecto se alcanza una altura máxima de 4000m. Aquí, el chofer paró unos minutos para que saquemos fotos, ya que la vista era increíble. Luego comienzan 21 Km. de bajada en forma de zig-zag. Acá también se obtienen vistas y paisajes únicos. Todo indicaba que estábamos por llegar a un pueblito encantador congelado en el tiempo. El micro nos dejó como 1 Km. antes de llegar debido al mal estado del camino. Apenas bajamos, una “chinita” (forma de llamar a las chicas) se me acercó a ofrecerme alojamiento. Esta simpática chica se llamaba Olga, pero para nosotros Olguita. Nos llevó a sus habitaciones que finalmente superaron todas nuestras expectativas por los $10 que nos cobraban. Dejamos todo en orden y salimos a almorzar. Caímos en un comedor y el plato del día era locro, cosa que no pudimos resistirnos y probarlo. Nuestra intención era pasar año nuevo en un lugar que se reúnan mucha gente. Como no encontramos ningún lugar, compramos una sidra y brindamos en el alojamiento con Olguita y sus hermanas. No me imaginé nunca la cantidad de fuegos artificiales que tiraron los aproximadamente 2100 habitantes de Iruya. Ya después de la medianoche salimos en busca de diversión. Nuevamente no tuvimos suerte y nos fuimos a dormir pensando en la travesía a San Isidro del día siguiente.










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