martes, 13 de enero de 2009

Introducción

Todo comenzó uno de esos días en los que me dediqué a soñar. Es decir, a viajar. Fue un viaje virtual porque estuve leyendo y aprendiendo que existe otra manera de viajar, y es con la bicicleta. Y así fue como es mis ratos de ocio, me sentaba frente a la computadora, y me pasaba horas leyendo relatos de viajes de cicloturismo. Esta nueva forma de viajar combinaba dos de mis grandes pasiones: el deporte y el viajar. Cuando noté esto, empecé a pensar en mi futura aventura.Me di cuenta que se me iban a presentar dos grandes inconvenientes. Por un lado mi nula experiencia en lo que respecta al ciclismo. No recuerdo haber pedaleado nunca más de 3 Km. seguidos (distancia que separa mi casa del parque de lomas), y demás esta aclarar que no tenía bicicleta para afrontar un desafío como el que quería hacer. Por otro lado, sabía que no iba a ser fácil conseguir compañero de viaje. Pero todo cambió una mañana se septiembre corriendo en el parque con Alfredo y Javier. Sin conocer mucho a Javier le propongo hacer un viaje de esta naturaleza. Para mi sorpresa me responde inmediatamente con un: “dale!!”. Desde ese momento, me puse a pensar en el itinerario tratando de que sea interesante y motivador tanto para la parte de ciclismo, como para la parte turística. Días después se incorporó Ivo, se le puso fecha al viaje y se terminó de armar el itinerario.

25/12 , Primer día

Como siempre, estuve hasta último momento con los preparativos. No me resultó fácil seleccionar las que llevaría y pensaba mucho para que no se me pase por alto ningún detalle. Me era totalmente nuevo un viaje o aventura de este tipo, y es por eso que estaba más que consciente que la improvisación y la toma de decisiones iban a ser muy importantes durante todo el recorrido.15:45, tal como había acordado con Javier, estaba listo esperando que me pase a buscar con la ambulancia que había conseguido para que nos llevase al aeroparque. Llegamos con tiempo y pudimos despachar las bicis embaladas sin ningún tipo de problema. Un vuelo perfecto nos dejó en el aeropuerto de la ciudad de Salta ya de noche. El aeropuerto quedaba sobre la misma ruta 51 que teníamos que tomar al DIA siguiente desde Salta. Como siempre pasa, hubieron muchos cambios de planes a último momento. Primero íbamos a ir a dormir al hostel en Salta que había reservado para esa noche. Luego decidimos pasar la noche en el mismo aeropuerto, gracias al ofrecimiento de uno de los guardias nocturnos. Pero finalmente, la ansiedad y las ganas por pedalear se impusieron, y partimos bajo una tenue llovizna hacia Campo Quijano distante unos 20 Km. del aeropuerto. Como era de esperar debido a nuestra inexperiencia en cicloturismo, comenzaron los inconvenientes pero ninguno de gravedad. Ya era tarde y el hambre se empezó a sentir. Vimos sobre la ruta un cartel que decía: “Pizza y empanadas”. Allí paramos. Resultó ser la casa de un señor muy amable de apellido Carrizo. Allí disfrutamos de una noche espectacular junto a gente oriunda de la zona, en la cual hubo un karaoke que duro hasta tarde en la noche. Con Javito cantamos y bailamos toda la noche. Nos tocó ser protagonistas del hit de la noche, el tema Baila para mi de La Mosca. Carrizo nos ofreció, una vez que se fueran todos, armar la carpa en el quincho y pasar allí la noche. Así es como pasamos nuestras primeras horas en Salta.











26/12 , Segundo día

Carrizo nos preparó algo rápido para que desayunemos así podíamos partir temprano ya que nos esperaba una larga jornada de pedaleo. Nuestra intensión era hacer 92 Km. hasta Santa Rosa de Tastil (3110 msnm). Nos despedimos de Carrizo, y partimos a Campo Quijano en busca de una costurera para que me arregle un cierre de la alforja que se me había roto. Solucionamos el tema comprando un belcro. Aquí, en Quijano, comienza el ripio. Los primeros kilómetros fueron accesibles con leves subidas en las que nos sobraban energías. A medida que pasaban los kilómetros, la ruta se empezó a complicar debido a la presencia de camiones y de curvas muy cerradas en las que había que estar muy atento. Esto se veía reflejado en la cantidad de monumentos a fallecidos al costado de la misma. Durante todo este trayecto la ruta iba casi paralela a las vías del famoso Tren a las Nubes. La constante subida y el ripio empezaron a desgastarnos y a hacer descansos más de lo pensado. Pasamos pequeños poblados como ser El Aisal (1775 msnm). Llegamos al Paraje Chorrillos pasado el mediodía. Allí pensábamos almorzar. Mientras nos dirigíamos a un supuesto restaurante, vemos pasar por la ruta una camioneta Nissan a la cual estando los tres de acuerdo, le hacemos dedo. Muy amablemente nos paran y resultan ser una pareja holandesa que se dirigían a San Antonio de Los Cobres (3775 msnm), nuestro destino del día siguiente. Teníamos la intención de que nos acerquen hasta Santa Rosa de Tastil, pero viendo que no había nada interesante allí, decidimos continuar viaje con ellos hasta San Antonio de Los Cobres. En el camino paramos a comer al costado de la ruta en una casa de una señora, que nos preparó un cabrito delicioso. Seguimos viaje como veníamos en el acoplado de la camioneta. Dejamos atrás pequeños caseríos como Ingeniero Maury (2359 msnm). Este personaje fue uno de los principales mentores y ejecutores del tendido de las vías férreas desde Salta hasta Chile), Gobernador Solá (2556 msnm) y al costado de la ruta la vieja estación de tren, hoy abandonada de Puerta de Tastil. Unos kilómetros mas adelante estaba Santa Rosa de Tastil (3110 msnm). En todo este trayecto asombra la construcción de las cosas. La mayoría son de abobe y de baja estatura. Quizás esto se deba para protegerse de los fuertes vientos. Otro factor sorpresa es la cantidad de iglesias. Es decir, en poblados en los que no excede las tres o cinco casas, siempre hay una allí presente. Cada vez estábamos más convencidos en el acierto de haber hecho dedo. La ruta ya de pavimento no paraba de ascender. Habíamos salido de los 1200 msnm y llegamos a los 3775 msnm habiendo pasando en la ruta por los 4080 msnm en el Abra de Muñano. Era un enorme ascenso en tan poco tiempo y sin una previa aclimatación. Ya en San Antonio, encontramos una casita que nos alquilaron y realmente nos sentíamos muy cómodos. Con el correr de los minutos empezamos a sentir algunas molestias producto de la altura. Los tres teníamos un pequeño dolor de cabeza y nos fuimos a hacer un chequeo al único hospital regional del pueblo. Nos tomaron la presión y nos aplicaron una dosis de oxígeno y tanto Ivo como Javier se sintieron mejor. En cambio yo, salí un poco mareado y al rato empecé de nuevo con dolor de cabeza. Me fui directo a la cama sin cenar nada para horas mas tarde vomitar todo el rico almuerzo que habíamos tenido.







27/12 , Tercer día

A pesar de no haber dormido bien, con el correr de la mañana me fui sintiendo bien. La idea del día era ir a conocer el Viaducto La Polvorilla (4200 msnm). Este es el punto más famoso y más alto por el que pasa el Tren a las Nubes y está a una distancia de 20 Km. de San Antonio. El camino era totalmente de ripio con pendientes prolongadas, mucho serrucho, pozos y arena. Era realmente una tortura ese camino para hacer en bicicleta. A los 5 Km. se podían visualizar unas piletas con aguas termales que pertenecían a un complejo termal, hoy en ruinas. El paisaje era típico de la puna andina, con montañas muy altas y áridas con escasa vegetación. Cuando habíamos hecho más de la mitad de camino vemos que se acerca una camioneta. Nos miramos entre los tres y le hacemos señas como para que nos lleve. Accedieron instantáneamente y nos ubicamos en la caja de la Ford. Una última subida permitía ver desde lejos la imponente construcción del Viaducto La Polvorilla en toda su dimensión. Esta tiene 224 m de largo y 63 m de altura. Esta magnifica obra de ingeniería describe un arco sobre el que sientan las vías del ferrocarril. La cantidad de rulos, viaductos, túneles, y otras sinuosidades que recorre el tren se debe a que el autor del proyecto, el Ing. Maury, tomo partido teniendo en cuenta el principio de adherencia de las ruedas del tren a las vías y por las leyes de la física, desechando el sistema mecánico de cremallera comúnmente usado para que los trenes puedan trepar con solvencia las alturas. Habíamos llegado a la base del puente y realmente impresionan las dimensiones de este. Nos tomamos las clásicas fotos y empezamos a subir al puente por un camino de zig-zag solo para peatones. Cada pocos pasos teníamos que parar a tomar aire debido a que nos provocaba mucha agitación el subir con tanta pendiente y sin tanto oxigeno en el aire. Una vez arriba del puente sacamos muchas fotos y pasamos un momento muy agradable. La vuelta fue en camioneta con los mismos muchachos que nos acercaron, y una vez que volvimos, los invitamos a comer unas empanaditas salteñas. Pasamos la tarde manteniendo una linda e interesante charla, que se fue dando sola y terminó dejando mensajes y conclusiones muy importantes y positivos para nuestras vidas. Por la noche Javier nos cocinó. Mas tarde fuimos a un boliche, en el que había poca gente y nos terminamos yendo temprano.









28/12 , Cuarto día

Como al día siguiente era mi cumpleaños y lo queríamos pasar en algún pueblo con gente, decidimos contratar una camioneta que nos lleve hasta Salinas Grandes, para después nosotros pedalear 65 Km. hasta Purmamarca, provincia de Jujuy. De lo contrario, no íbamos a llegar ya que hacer esos 165 Km. era algo inalcanzable en el día. Nos llevo un Sr. llamado Estaban Olmos junto con su changuito en su camioneta. Salimos alrededor de las 8:30 hs y por primera vez agarramos la famosa y mas larga Ruta Nacional Nº40 que une La Quiaca con Ushuaia. El paisaje era realmente bello, con laderas a ambos costados y unas hermosas montañas coloridas acompañaban el ripio con serrucho y bancos de arena. Este tramo de la RN 40 es muy poco transitado y causa de esto es que casi no hay poblados a lo largo de esta. Dejamos atrás la provincia de Salta y entramos en la jujeña. Ya se empezaba a ver el extremo de las Salinas Grandes. Empezamos a pedalear para este desierto de sal y el paisaje se tornaba cada vez más maravilloso. Era todo blanco. Todo sal. Nos fotografiamos de manera muy especial (se reserva el derecho de las fotos), y lentamente comenzamos a volver al cruce de la 40 y 51, para tomar esta ultima y hacer 60 Km. hasta Purmamarca. Toda la primer mitad es una larga y constante subida, que por momentos se tornaba imposible de subir en bici, y mas con los aproximadamente 12 Kg. que llevábamos de carga. Subiendo la Cuesta de Lipan, tuvimos que bajarnos de las bicis y empezar a caminar ya que de esta manera avanzábamos más. La suerte estaba de nuestro lado. Pasaban muy pocos vehículos, pero justo pasó un camión que transportaba cubos de sal, y nos hizo evitó el resto de la tremenda subida. El camión subía lento debido a toda la carga que llevaba encima, más una nueva adicional causada por tres locos con bicicleta. Una vez que alcanzamos los 4080 msnm, nos bajamos del camión y el frío de alta montaña se empezó a sentir. Nos abrigamos ya que teníamos por delante unos 38 Km. de bajada increíble. Fue la mejor parte sin lugar a dudas. Descender desde esa altura hasta llegar a Purmamarca (2450 msnm) fue adrenalina pura. Logramos velocidades muy altas y gozamos de unas vistas y paisajes indescriptibles. Cuando llegamos al pueblo de Purmamarca la duda era si acampar o ir a un hostel. Miramos al cielo y se veía venir la lluvia, así que paramos en un hostel. En esta región el cielo no miente y empezó a llover en forma pareja y constante.









29/12 , Quinto día

Fue un día diferente. No solo por ser mi cumpleaños, sino porque amaneció lloviendo. Había estado cayendo agua toda la noche y eso se notaba en sus callecitas de tierra. Barro y mucho barro era el común denominador de este pueblito que en los últimos años tuvo un gran crecimiento. Mucho turismo especialmente cordobés y de otras partes del país ocupaban las plazas en los distintos alojamientos. Teníamos planeado unos circuitos y miradores para hacer, pero tuvieron que ser cancelados. Este mismo día queríamos irnos pedaleando hasta Tilcara, otro pueblito de la Quebrada de Humahuaca, distante a tan solo 22 Km. Analizando sus posibles consecuencias debido a la lluvia, decidimos tomarnos el micro. Por primera vez agarramos la RN9 (es toda pavimentada) y antes de llegar a Tilcara entramos a Maimará, pequeño municipio en plena quebrada. Tilcara no varió mucho respecto de Purmamarca. Al rato que llegamos se largo a llover, por lo que no pudimos hacer nada durante la tarde. Recién a la noche paró la lluvia y salimos a cenar. Tuvimos una larga y entretenida charla hasta pasada la medianoche.






30/12 , Sexto día

Por suerte amaneció sin lluvias. Salimos temprano para conocer el Pucará de Tilcara. En este lugar quedaron ruinas de lo que fue un pueblo de la antigüedad. Recorrimos ese lugar tomándonos unas cuantas fotos, y volvimos al hostel a preparar las bicis, para irnos a Humahuaca. Fuimos a la terminal y despachamos como encomienda las alforjas. Nos quedamos solo con una mochila cada uno, líquido y los fideos para hacernos en el camino. Tomamos la RN9 en dirección norte y empezamos a pedalear. Al no haber tanta altura y pendiente en la ruta, pudimos ir a una velocidad promedio alta. A mitad de camino, paramos en el cartel que indicaba que por ahí pasaba el Trópico de Capricornio. Nos fotografiamos y seguimos viaje atravesando distintos poblados. Faltando 12 Km. paramos en un caserío llamado Uquia e hicimos el almuerzo. Llegamos a Humahuaca por la tarde y completamos así los 45 Km. de la jornada. Nos alojamos en un hostal muy cómodo cerca de la terminal. Luego salimos a caminar y conocer un poco el pueblo. Sin dudas es el pueblo más grande y populoso de la quebrada. Recorrimos sus callecitas, conocimos su plaza, y subimos al monumento a la independencia nacional. Ya de vuelta, debido al frío que empezaba a hacer, compramos cosas dulces para la merienda. Por la noche fuimos a comer pizza, y para no desentonar con los otros pueblos, había empezado a llover. Iruya nos esperaba como nuestro próximo destino.








31/12 , Séptimo día

8:45 hs salía el micro, por lo que nos despertamos con tiempo para armar el bolso y tomar algo. Noté que en todos los pueblos de la quebrada, y Humahuaca no era la excepción, a la gente le gusta dormir. No encontrás nada abierto, ni siquiera para desayunar antes de las 9 hs. La única manera de llegar a Iruya es desde Humahuaca, es decir, tomando la RN9 y luego un desvío de ripio casi imposible de transitar en bicicleta. El camino cruza pequeños arroyos, y hasta en un momento, circula a lo largo del arroyo. En el trayecto se alcanza una altura máxima de 4000m. Aquí, el chofer paró unos minutos para que saquemos fotos, ya que la vista era increíble. Luego comienzan 21 Km. de bajada en forma de zig-zag. Acá también se obtienen vistas y paisajes únicos. Todo indicaba que estábamos por llegar a un pueblito encantador congelado en el tiempo. El micro nos dejó como 1 Km. antes de llegar debido al mal estado del camino. Apenas bajamos, una “chinita” (forma de llamar a las chicas) se me acercó a ofrecerme alojamiento. Esta simpática chica se llamaba Olga, pero para nosotros Olguita. Nos llevó a sus habitaciones que finalmente superaron todas nuestras expectativas por los $10 que nos cobraban. Dejamos todo en orden y salimos a almorzar. Caímos en un comedor y el plato del día era locro, cosa que no pudimos resistirnos y probarlo. Nuestra intención era pasar año nuevo en un lugar que se reúnan mucha gente. Como no encontramos ningún lugar, compramos una sidra y brindamos en el alojamiento con Olguita y sus hermanas. No me imaginé nunca la cantidad de fuegos artificiales que tiraron los aproximadamente 2100 habitantes de Iruya. Ya después de la medianoche salimos en busca de diversión. Nuevamente no tuvimos suerte y nos fuimos a dormir pensando en la travesía a San Isidro del día siguiente.










01/01 , Octavo día

Habíamos arreglado con un chango lugareño para que nos haga de guía hasta el pueblito de San Isidro. Son alrededor de 7 Km., y su único acceso es caminando subiendo por la montaña, y cruzando varias veces el tan temido río. Durante el verano, las lluvias hacen crecer mucho el caudal del río. Este río no mide más de 10m de ancho y su profundidad no supera el metro. Estos datos no asustan a simple vista, pero lo que lo hace difícil y hasta imposible de cruzar para los lugareños mismos es que el río tiene una corriente asombrosa arrastrando rocas del tamaño de una cacerola viniendo a gran velocidad. Empezamos a caminar alrededor de las 10:30 hs y un rato después, cuando llegamos al primer cruce del río, comenzaron las dudas, incertezas y miedos. En ese momento, se nos unieron un muchachos llamado Guillermo (de BsAs) y una chica inglesa que estaban juntos. Entre los seis (incluyendo al guía) pudimos cruzar la primer parte del río. Luego, empezamos a subir una montaña bordeando la ladera. El camino se empezó a complicar hasta el punto de que cualquier paso en falso, podría significar un resbalón y caer por un precipicio. Con mucho cuidado pasamos este nuevo obstáculo sanos y salvo. Llegamos nuevamente al nivel del río. Estuvimos más de una hora pensando y deliberando como íbamos a sortear este nuevo cruce del río que encima era doble. Ya todas nuestras piernas estaban golpeadas por las rocas que el río arrastra. Mientras el guía piensa y analiza por donde conviene cruzar, nosotros sentaditos y ya preocupados escuchamos sin cesar el ruido constante del movimiento de rocas y piedras. Con mucha decisión y coraje, logramos cruzar una de las dos últimas partes, para finalmente continuar por un camino mas tranquilo hasta San Isidro. Estábamos a solo un paso. Tan cerca, pero tan lejos a la vez. De nuevo se vivieron momentos de pura indecisión. Leo, el guía que nos acompañaba, finalmente desistió de cruzar esta última parte argumentando que estaba muy peligroso y que no quería arriesgarnos, y por lo tanto decidió volverse. Ivo, tomando una actitud muy individualista, se largó solo a cruzar sin avisar a ninguno de nosotros. Lo logró, pero se cayó, rodó en el río y se le produjo un importante corte en la rodilla. Quedábamos cuatro. Guillermo, Javier, la inglesa y yo. Acordamos actuar y tomar decisiones en grupo, es decir, escuchándonos, ayudándonos, y buscando la mejor solución. Basándonos en esto, desistimos de cruzar el río, pero no de llegar a San Isidro que era el objetivo propuesto. Empezamos a escalar una montaña que subía en forma paralela al río. Pensamos que podía ser una alternativa de camino. Cruzamos a dos lugareños y nos dijeron que podíamos llegar por la montaña, pero que había que conocer bien el camino porque no era fácil. Al no tener delimitado el camino, esta situación me hacia acordar a los libros “Elije tu propia aventura”. Acá muchos te aconsejaban, pero nadie te aseguraba nada, es decir, eran todas incertezas y ninguna certeza. Pese a todo, decidimos seguir subiendo y encontrar ese camino. Por momentos íbamos por un pequeño sendero y era eso lo que alimentaba nuestra ilusión de poder llegar. Sabíamos que estaba hecho por el hombre, y que a algún lugar nos iba a conducir. La esperanza por momentos se esfumaba ya que desaparecía el camino. Subiendo la montaña por una zona rocosa apareció delante de mis pies una inesperada serpiente. Les avise con un grito a mis tres compañeros y ví en ellos cara de preocupación. Guillermo, es que es casi medico, nos alarmó del real peligro que una picadura podría ocasionar. Fue ahí donde empecé a preocuparme. Empezamos a subir, bajar y cruzar por terrenos muy peligrosos en los que un simple resbalón o paso en falso, era sinónimo de muerte. Mis palabras pueden parecer exageradas, pero tengo tres testigos que no me dejan mentir. Actuando en grupo, y de una manera muy cuidadosamente, salimos airosos de esas situaciones particulares. Se estaba haciendo tarde y de a poquito el sol de escondía por detrás de las montañas. Estábamos cada vez mas cerca. Faltaba menos. De repente, Javito y yo que íbamos últimos, escuchamos ruidos de atrás. Al darnos vuelta, vemos a tres cabritos que nos están corriendo por el estrecho sendero. Asustados, les pedimos a Guillermo y a la inglesa que corran porque nos iban a cuernear. La concentración y atención que teníamos que tener era doble. Tanto para mirar el sendero, como para mirar a los cabritos. Ya se notaba la presencia humana debido a estos animalitos y también debido a obstáculos y trabas que pusieron en el sendero para frenar su avance. Estos obstáculos no eran un impedimento para los cabritos, ya que pudieron esquivarlos y continuar corriéndonos. Nosotros ya habíamos llegado al final del sendero y desde ahí se podían ver algunas construcciones de San Isidro. Ya no podíamos seguir por la montaña y no quedaba otra opción de enfrentarse nuevamente con el río. Bajamos hasta el río y empezamos a buscar el sector más fácil para cruzar. Inicialmente uno tiende a pensar que es por la parte mas angosta. Pero hay una magnitud física que es el caudal y que se mantiene constante. Con esto se deduce que a menor superficie, mayor velocidad del caudal. Por lo tanto desechamos esa teoría y seguimos buscando. Hicimos un par de intentos pero no prosperaron. La preocupación de todos ya era notoria, pero en especial la mía porque estaba en calzas cortas, remera, sin nada de abrigo, con frío y para colmo con la ropa húmeda. Javier en cambio, tenía algo de abrigo. La inglesa y Guillermo eran los que mejor estaban preparados para eventualmente pasar la noche en la montaña. Tenían abrigo, una bolsa de dormir, y algo de comida. Ya siendo las 18 hs, ellos dos decidieron pasar la noche en la montaña debido a que la inglesa estaba exhausta. Javier y yo nos miramos con extrema preocupación. Yo le planteé la idea de volver a Iruya, pero analizando bien nos dimos cuenta que ya no llegábamos con la poca luz que quedaba. Ahí decidimos con Javier pasar la noche junto a ellos dos. En un momento, caminando por el sendero, habíamos pasado por una casa. Era la única que había en toda la montaña. Esa casa era nuestra única salvación. Teníamos que entrar y dormir en esa casa como sea, haya o no gente. Vimos todas las puertas cerradas con candado y eso significaba que no había nadie. Como era un caso de necesidad extrema debido al frío que había empezado a hacer, debido a la falta de comida y al hecho de no tener donde dormir, estaba convencido a romper los candados e ingresar a la casa violando todo derecho a la propiedad privada. Buscando encontré un hacha y pude romper los candados de dos puertas, mientras que Javier se encargó de la restante. En el preciso momento que vimos que había colchones, frazadas y algo de comida, los cuatro estallamos de alegría y recuperamos un poco la tranquilidad. En lo personal me pude abrigar con la ropa campesina que encontré, y enseguida nos pusimos con Javito a buscar leña para prender un fuego, calentarnos y alimentarnos. Todo parecía de película y soñado. Estoy seguro que para los cuatro este fue un día muy distinto en el que hubo una fuerte mezcla de sensaciones vividas a lo largo del día. El día comenzó con alegría y entusiasmo. Horas más tarde se vivieron momentos de pura adrenalina y asombro debido al estado y comportamiento del río. Luego comenzó el momento de la gran preocupación, miedo y rezo. Casi instantáneamente nos invadió la felicidad, la esperanza y un espíritu aventurero que nos hacia creer que éramos los protagonistas de películas como La Misión. Ya era casi de noche y por suerte logramos prender el fuego. Costó mucho por el hecho que estaba todo húmedo debido a las constantes lluvias veraniegas. A los 3000 msnm el agua tarde mucho mas en hervir, y es por eso que la polenta y la única papa que había tardó en cocinarse. También hicimos choclos pero salieron extremadamente duros, y fueron imposibles de comer. Pese a eso le dí unos cuantos mordiscones. Luego encontramos unas sopas instantáneas y una bolsa con maíz. Desde que nos instalamos en la casa tuvimos compañía. Una gallina, un pollito, un gato y nuestros nuevos amigos los cabritos. Pasamos momentos muy divertidos cuando dejábamos una puerta abierta, y la gallina y los cabritos se metían adentro en busca de comida revolviendo todo lo que tenían a su alcance. Ya de noche empezó a llover y el frío era cosa seria. Prendimos las únicas dos velas que encontramos y las usamos como iluminación donde estaban las dos camas que usamos Javier y yo. Habían varias frazadas y las repartimos entre los cuatro. Ya se nos notaba el cansancio y de a poco fuimos acomodando todo como para dormir. La inglesa se durmió al instante. Javier, Guillermo y yo empezamos a charlar y a tratar de tomar consciencia de la real dimensión de lo que estábamos viviendo. Todo esto superaba mi propia capacidad de imaginación. Guillermo, como estudioso del tema, nos alarmó mucho contándonos que estábamos en el hábitat ideal de la vinchuca, bicho que contagia el famoso mal de chagas, enfermedad que aun no tiene cura. Estos bichos habitan el norte del país y viven en paredes y techos de adobe en zonas rurales. Creo que desde preciso momento, tanto Javier como yo, nos tapamos hasta cubrirnos la cara, dejando solo un pequeño hueco para respirar. Nos costó muchísimo dormirnos y dejar de pensar en ese peligroso bicho.





02/01 , Noveno día

Amanecimos temprano y en lo personal me seguía costando creer donde estaba durmiendo. La idea era irnos lo más temprano posible para evitar un posible encuentro con los habitantes de la casa. Supusimos que se habían ido al pueblo a pasar año nuevo y volverían este mismo día por la mañana. De todas maneras, una vez en Iruya íbamos a averiguar quienes eran los dueños para acercarnos a contarles lo ocurrido y darles en compensación una suma simbólica y representativa por los daños ocasionados. Emprendimos el camino de vuelta por el mismo sendero que vinimos. Cuando había un corte en la montaña, o el sendero desaparecía, venia la intuición grupal y seguíamos el camino trepando o bajando por donde nuestros instintos decían. A mitad de camino vemos un muchachito viniendo en sentido contrario. Le pedimos que nos acompañara y guiara hasta Iruya. Nuestro mayor temor era cruzar el río nuevamente. Cuando accedió, todos respiramos tranquilidad sabiendo que estábamos en manos conocedoras. Cuando llegamos al río nos percatamos que estaba mas tranquilo que el día de ayer. Nos agarramos los cinco de la mano formando una barrera humana y cruzamos sin mayores problemas. Del otro lado del río y en medio de la montaña se veían unas figuras humanas. El chango que nos hacía de guía, nos avisó que allí enfrente iban los dueños de la casita donde habíamos pasado la noche. De inmediato les hace señas para que paren y junto con Guillermo se acercan hasta donde están. Guillermo le explicó lo ocurrido y les dejó una suma de dinero. La gente entendió perfectamente nuestra situación y aceptó conforme el dinero. Si bien no sentíamos ningún tipo de culpa por haber usurpado esa casa, después de haber saldado esta deuda tanto con los propietarios, como con nosotros mismos, sentimos una complacida sensación de bien estar.
De repente y sin darnos cuenta, aparece Ivo por detrás con un muchacho lugareño. Ya todos juntos de nuevo, completamos el resto del camino al precioso pueblito montañoso de Iruya. Nuevamente estábamos con todas las comodidades para bañarnos, alimentarnos, y tener un merecido descanso. En lo personal me quedó una especie de sabor amargo por no haber podido llegar a San Isidro, pero a la vez una sensación diferente. Y es como dice el dicho: “no hay mal que por bien no venga”. Si hubiese llegado a San Isidro, no hubiese descubierto las infinitas sensaciones, los descubrimientos personales, la diversidad de paisajes, la adrenalina permanente, ni mucho menos la sensación de placer de poder superar los obstáculos inimaginables que el camino me presentó.







03/01 , Décimo día

Habiendo dormido bien, fuimos por la mañana a comprar los pasajes de vuelta para Humahuaca. Nos despedimos de Iruya con unas empanadas (en mi caso) y milanesa napolitana (Javito e Ivo). En este encantador pueblito del norte salteño, conocimos una familia y especialmente una muchachita de trece años llamada Olguita, que nos dejó muchísimas enseñanzas, actitudes de vida, hospitalidad y humildad entre otras cosas. Ya de vuelta en Humahuaca nos reencontramos con nuestras bicicletas y equipajes. Como ya se tornó costumbre, merendamos mate con facturas en el hostal ‘río Grande’ que es atendido por un chico al que apodamos ‘Jack Sparrow’, por su parecido al actor Johny Deep.






04/01 , Undécimo día

Por la mañana viajamos a La Quiaca (3442 msnm). Nuestra intención era conocer la ciudad, cruzar la frontera a Villazón (Bolivia) y hacer algunas compras. Nuestra ciudad fronteriza nos recibió con un sol abrasador. Casi sin recorrer la ciudad y luego de preparar las bicicletas con las alforjas en la terminal, nos dirigimos a la frontera. Observando unos instantes el incesante movimiento de ingreso y egreso de las personas en ambos países, nos decidimos por pasar libremente con nuestras bicicletas y alforjas. Si bien hay fronteras que solo existen por un tema netamente territorial y político, hay otras que ese simple limite (en este caso un río seco) separa a dos pueblos muy dispares. Caminando unas pocas cuadras ya del lado boliviano, tanto Javier como Ivo, notaron la desprolijidad, suciedad y desorden de una ciudad que es muy populosa y vive del comercio. En la calle y en los negocios se puede conseguir de todo. La oferta abarca desde productos electrónicos, pasando por ropa y calzados, hasta verduras, frutas, productos de medicina natural y especies de todo tipo. Ya cerca de la terminal se empiezan a ver carteles de hostales económicos y alojamientos. Nosotros nos alojamos en uno cerca de la plaza principal y a media cuadra de la terminal. Como ya era el mediodía, los llevé a almorzar al mercado central. Luego, la idea era salir a pedalear por las rutas bolivianas de ripio. De Villazón sale una única ruta de ripio y va en dirección norte. Es angosta y tiene constantes subidas y bajadas. En los 10 Km. que hicimos pasamos muy pocos poblados y el paisaje era bastante árido. Regresamos al hostal para tomar unos clásicos mates y luego salir a dar unas vueltas y hacer algo de shopping.