martes, 13 de enero de 2009

05/01 , Duodécimo día

Como ya era costumbre, amaneció lloviendo. Apenas uno sale a la calle tiene una gran oferta para en este caso desayunar. Puestitos callejeros te ofrecen desde comida chatarra a comidas y bebidas regionales. Antes de dejar Villazón, fuimos a hacer una nueva recorrida para hacer las últimas compras. Luego, la idea era ir hasta la terminal de La Quiaca y sacar pasaje a Salta para la noche. Conseguimos para la medianoche. En el depósito de la misma agencia les dejamos las alforjas, y llevamos lo justo y necesario en la bici como para ir en el día a conocer Yavi, distante 16 Km. No teníamos muchos comentarios acerca de este histórico pueblo. Desde que empezamos a pedalear por la ruta pavimentada nos llamó mucho la atención lo llano que es toda esta región. Ya llegando a Yavi hay una subida muy desgastante y larga para luego descender y pasar por el cartel que te da la bienvenida al pueblo. Fuimos a una oficina de turismo para que nos cuenten un poco acerca de este chiquito pero atrapante pueblo. El muchacho nos comentó que actualmente la población es de unos cuatrocientos habitantes. Ahí mismo pudimos presenciar una reunión de la gente encargada de llevar acabo las políticas y decisiones del municipio. Nos recomendaron ir bordeando el río hasta un lugar que hay pinturas rupestres en rocas. Lamentablemente no las encontramos y volvimos para encontrarnos con Ivo, que se había quedado escuchando y disfrutando del silencio y la paz del lugar. Nos unimos a él, y rápidamente los tres nos quedamos dormidos. No fue una siestita cualquiera debido a que Yavi no es un pueblo cualquiera, sino un pueblo donde lo histórico, lo bello, la armonía y la hospitalidad a sus visitantes son frutos de su propio cultivo. Dimos una vueltita más pasando por su museo, para luego empezar el camino de retorno por sus tranquilas calles de tierra. Volvíamos a La Quiaca con la idea de encontrar un lugar donde poder darnos una ducha luego de un día caluroso. Ya en dicha ciudad, le preguntamos a una mujer donde poder ducharnos, y para nuestra sorpresa nos invitó a la casa. Para nosotros que vivimos en una gran urbe, este tipo de actitudes nos resultan un poco extraño, pero no así a la propia gente de nuestro hermoso norte y de la que mucho tenemos que aprender. En la casa de la señora Alsira estaban parando unos muchachos con los que íbamos a compartir unas pizzas, pero se nos hizo imposible ya que teníamos que embalar las bicicletas y no hacíamos a tiempo. De todos modos, prometimos volver en nuestra próxima visita. Una vez todo listo, cenamos cerca de la terminal y nos quedamos esperando que se haga la hora de partida.






No hay comentarios:

Publicar un comentario