martes, 13 de enero de 2009

27/12 , Tercer día

A pesar de no haber dormido bien, con el correr de la mañana me fui sintiendo bien. La idea del día era ir a conocer el Viaducto La Polvorilla (4200 msnm). Este es el punto más famoso y más alto por el que pasa el Tren a las Nubes y está a una distancia de 20 Km. de San Antonio. El camino era totalmente de ripio con pendientes prolongadas, mucho serrucho, pozos y arena. Era realmente una tortura ese camino para hacer en bicicleta. A los 5 Km. se podían visualizar unas piletas con aguas termales que pertenecían a un complejo termal, hoy en ruinas. El paisaje era típico de la puna andina, con montañas muy altas y áridas con escasa vegetación. Cuando habíamos hecho más de la mitad de camino vemos que se acerca una camioneta. Nos miramos entre los tres y le hacemos señas como para que nos lleve. Accedieron instantáneamente y nos ubicamos en la caja de la Ford. Una última subida permitía ver desde lejos la imponente construcción del Viaducto La Polvorilla en toda su dimensión. Esta tiene 224 m de largo y 63 m de altura. Esta magnifica obra de ingeniería describe un arco sobre el que sientan las vías del ferrocarril. La cantidad de rulos, viaductos, túneles, y otras sinuosidades que recorre el tren se debe a que el autor del proyecto, el Ing. Maury, tomo partido teniendo en cuenta el principio de adherencia de las ruedas del tren a las vías y por las leyes de la física, desechando el sistema mecánico de cremallera comúnmente usado para que los trenes puedan trepar con solvencia las alturas. Habíamos llegado a la base del puente y realmente impresionan las dimensiones de este. Nos tomamos las clásicas fotos y empezamos a subir al puente por un camino de zig-zag solo para peatones. Cada pocos pasos teníamos que parar a tomar aire debido a que nos provocaba mucha agitación el subir con tanta pendiente y sin tanto oxigeno en el aire. Una vez arriba del puente sacamos muchas fotos y pasamos un momento muy agradable. La vuelta fue en camioneta con los mismos muchachos que nos acercaron, y una vez que volvimos, los invitamos a comer unas empanaditas salteñas. Pasamos la tarde manteniendo una linda e interesante charla, que se fue dando sola y terminó dejando mensajes y conclusiones muy importantes y positivos para nuestras vidas. Por la noche Javier nos cocinó. Mas tarde fuimos a un boliche, en el que había poca gente y nos terminamos yendo temprano.









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